martes, 16 de octubre de 2012

El bongó




El bongó es un membranófono de golpe directo conformado por un juego de dos cuerpos de madera ligeramente troncocónicos, uno más pequeño que el otro, unidos por un listón de madera. Sus bocas superiores -las de diámetro mayor- están cubiertas por cuero sin pelo que se tensa con un anillo de metal a través de llaves metálicas. El intérprete -bongosero- lo percute con las manos, para lo cual lo coloca entre sus rodillas, sentado, ubicando el parche más agudo (el de menor tamaño) a su izquierda.








Conjunto de música tropical Los Guayacanes, integrados por afroargentinos. Obsérvese la modalidad de ejecución del bongó con dos baquetas. Foto Efros, 1957, Olivos (Buenos Aires).
El  bongó es, a decir de Fernando Ortiz —el etnógrafo e historiador cubano— “la más valiosa síntesis en la evolución de los tambores gemelos lograda por la música afrocubana”. Su origen se remonta a la zona oriental de Cuba que conjuntamente con el desarrollo del son, alcanza su forma definitiva y mayor esplendor al llegar a La Habana a partir de 1909.
Es un instrumento de la llamada de "percusión menor". Membranófono compuesto por dos tambores de madera con un parche cada uno, con una diferencia de altura entre ellos generalmente de una cuarta o quinta. Los parches son ceñidos por unos aros y un sistema de tensión por llaves (en su inicio eran tensados mediante el calor del fuego o con cuerdas o correas). Los tambores van unidos por el costado con una pieza de madera, aunque antiguamente se hacía con una tira de cuero o una soga. Los tambores son de forma cónica y se ejecutan con los golpes de las palmas de la mano o con baquetas. El tamborcillo más pequeño es llamado macho y se coloca a la izquierda; quedando a la derecha el mayor llamado hembra. Esta disposición es usada por personas con predominio derecho. Para personas con predominio izquierdo, el bongó se coloca en posición inversa, quedando el macho al lado derecho. Generalmente se coloca entre las rodillas del ejecutante sentado, aunque también es muy utilizado sobre un atril. El/a ejecutante suele alternar su uso con el cencerro cubano, utilizado generalmente en el clímax del son, llamado el montuno.





Existe información que hace pensar que su origen proviene de unos tamborcitos hechos con duelas de madera de pequeñas bateas y cuero fino de venado utilizados para rezos a Elebwa (deidad de la religión afrocubana) o de otros, usados por pares, como ofrenda a los ibbeyis (deidades mellizas en los culto de santería). Otras informaciones hablan de conjuntos de son que utilizaban un solo tamborcito, que se sujetaba con una mano o sobre el brazo y se percutía con la otra. Más tarde el empleo de los dos tambores se lograba uniéndolos con una tira de cuero o una soga, colgándolos de una pierna del ejecutante sentado, quedando los tamboreas a ambos lados de la misma.
Su evolución ha estado muy ligada a la aparición y popularidad del son montuno cubano. A través de los conjuntos soneros llegaron a los salones de bailes y de ahí a las grandes orquestas. Con el éxito de esta música en la Cuba de 1920 el bongó sale de las fronteras cubanas y se establece definitivamente en el escenario internacional. El Trío Matamoros, Arsenio Rodríguez o Benny Moré han sido algunos de los artistas que con su talento contribuyeron a su definitiva universalización. En la actualidad se encuentran en orquestas que interpretan ritmos cubanos y latinoamericanos, comúnmente llamados salseros, por todo el mundo actual.






El bongó no es un instrumento autóctono afroporteño sino una apropiación de su homónimo cubano. Ello se remonta al menos a la década de 1940, cuando diversos géneros de raíz afro de otros países americanos -especialmente Cuba- caló en el gusto ciudadano, básicamente a través de los medios masivos de comunicación y las giras de orquestas extranjeras. Fue en ese marco que los afroporteños empezaron a cultivarlos, resignificándolos desde una perspectiva propia que denominan -por lo menos desde los ’60- “rumba abierta”. Según fuentes orales recogidas a veteranos de la época, la radicación de no pocos músicos cubanos en el Buenos Aires de entonces y su frecuentación a clubes y fiestas afroporteñas, constituyó un significativo refuerzo para la consolidación del bongó. En ese entonces, cuando los afroporteños tocaban música de corte afro en espectáculos nocturnos, el bongó era un instrumento obligado, lo cual no estaba exento de libertades interpretativas propias de la estética del divertimento, como por ejemplo Pedro Mamerto Peyrán, quien solía dar vuelta carnero mientras tocaba. Una variante en su modo de ejecución -dejada de practicar hacia 1970 tras la muerte de sus cultores-, consistía en percutirlo con dos gruesas baquetas sin mazo.






Actualmente tiene plena vigencia entre los afroporteños, destacándose notables intérpretes. Su utilización es específica para la rumba abierta, aunque los grupos profesionales de música afroporteña también suelen incluirlo en los géneros más antiguos (candombe y cantos “en africano”). Ello genera sutiles discrepancias de sentido y tienden a no seguir realizándolo, pues juzgan que al ser un instrumento moderno y foráneo es impropio de esos géneros, dando como prueba que su sonido no se amalgama debidamente.
Si bien hoy todos los ejemplares en uso fueron comprados en casas de música en las últimas décadas, se recuerda con admiración a los hechos hasta los ’80 por Ricardo Moreno, un artesano blanco tucumano radicado en Buenos Aires.
Como sucede en Cuba, recibe el mismo nombre cualquiera de los dos cuerpos del bongó tocados de manera independiente, resultante tras quitar el listón que los une. Generalmente lo utilizan los niños como instrumento de práctica en los ensambles de rumba abierta conformados espontáneamente, sobre todo en las fiestas.





El bongó tiene como función dar estabilidad a la música en la que se esté tocando creando un acompañamiento rítmico. Debido a esto, han surgido esquemas propios del bongó, de los cuales destaca el “toque martillo”, que consiste en una secuencia de ocho sonidos en alturas y timbres diferentes.

La popularización del bongó ha dependido en gran parte de la universalización del son de montuno. Grandes artistas como Arsenio Rodríguez, Benny Moré, Miguel Matamoros, Siro Rodríguez y Rafael Cueto, han sido quienes han logrado con su talento dicha universalización.


No hay duda que la salsa está llena de sabor y energía. Toda las síncopas, melodías y armonías que componen este género quedan amarradas por el equipo de los tres campeones de la percusión: El timbal, las congas (timbas) y el más pequeño y pícaro, el bongó.





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