jueves, 6 de diciembre de 2012

El Danzonete

Danzonete Género musical de vida efímera, variante del Danzón a la que se incorporan elementos del Son. Creado por el músico y compositor cubano Aniceto Díaz, en la ciudad de Matanzas en 1929. Revolucionó la forma de tocar y bailar de los cubanos en la década de los años 30 del Siglo XX. Alcanzó una fama notable en la Radio y la Televisión cubanas y en el mundo de la discografía gracias a su fiel intérprete Paulina Álvarez, de prodigiosa voz, a la que el pueblo bautizó como La Reina del Danzonete.





Escaseaban los contratos para las agrupaciones danzoneras. Aniceto Díaz se dio cuenta de que el Son era el preferido de una gran mayoría por su sencillez en la ejecución bailable. Separó sus características principales: ritmo regular, melodía y armonía simple, la alternancia de un solo y un estribillo, proveniente de los sones montunos primitivos; aunque los soneros no conocían la música escrita lograban efectos sorprendentes y originales, además de que se ejecutaban seguidos, sin ninguna interrupción como sucedía con el Danzón.

Entonces sin tratar de estructurar un nuevo baile, Aniceto Díaz creó lo que llamaría Danzonete, una forma que partió de los elementos fundamentales del Danzón, no se trata de una fusión entre Son y el Danzón, sino de una variante del Danzón a la que se incorporan elementos del Son.

El 8 de junio de 1929 se estrenó el primer Danzonete, titulado Rompiendo la Rutina, en el Casino Español de Matanzas. El nuevo género destacaba mucho al cantante solista y su montuno se convierte casi en una guaracha. Según testigos, el Danzonete gustó tanto que fue repetido seis veces consecutivas a petición de los bailadores, lo que ocasionó desprendimientos de la cal que recubría el techo de la planta baja del inmueble.




Su creador, tuvo la feliz idea, durante un baile que se celebró en el poblado de Alacranes, al Suroeste de la provincia de Matanzas, donde alternaba las interpretaciones de sus danzones con un septeto que interpretaba el Son, baile muy popular llegado de la entonces provincia de Oriente. Aniceto notó que durante sus instrumentaciones las parejas no bailaban, todo lo contrario de cuando lo hacía el septeto.

Al consultar con los músicos de su orquesta nació la iniciativa de incorporar al Danzón una cuarta parte –más movida— y la voz humana. Todo quedaría como una mezcla de danzón-canción-y son que, como bien afirmara el propio Aniceto: “… no es un baile nuevo, sino una modalidad nueva, y no va contra el Danzón, sino para renovar al Danzón.

Como todo lo nuevo, tuvo sus aclamadores y detractores, pero lo cierto es que hasta La Habana llegó y tuvo una gran aceptación entre los bailadores y cantantes de las décadas de los años 30 al 50 en Cuba.

La orquesta de Tata Pereira con el cantante Panchito Ricet fueron los primeros habaneros que interpretaron el nuevo ritmo en la capital del país, durante un bailable efectuado en la sociedad Sport Antillano que radicaba en la calle Zanja entre Gervasio y Belascoaín. La partitura de Rompiendo la Rutina fue entregada a Ricet por el propio Aniceto Díaz para que la interpretara en dicho baile.

Con el arribo del danzonete se ponen de moda voces como: Pablo Quevedo, Fernando Collazo, Barbarito Diez, Joseíto Fernández, Alberto Aroche, Abelardo Barroso y la emperaratriz del Danzonete, Paulina Álvarez, primera mujer que de manera exitosa interpretó el Danzonete.





Características:


Aniceto, según explicó en la época, no se propuso estructurar un nuevo baile sino que partió de los elementos fundacionales del Danzón que tan bien conocía, haciendo una variante de ese ritmo cuando le incorporó elementos del Son.

La primera parte del danzonete funciona como una introducción de ocho compases que no se repiten y que, a diferencia del danzón, cierra en la tónica y no en la dominante. El segundo segmento, llamado “parte del violín”, consta de treinta y dos compases que vuelven a la introducción para acceder al tercero, el cual se construye a partir de un motivo de dieciséis o treinta y un compases. Esta última parte comienza con las trompetas y se repite con el canto, una de las principales innovaciones del nuevo ritmo. A continuación de la parte vocal se pasa al estribillo, con un preámbulo de cuatro compases a modo de preparación, mientras se acelera el tiempo. El estribillo se repite a voluntad, y desde él se llega a la coda, para terminar el bailable con otra corrección.

Aunque el danzonete no daba lugar a muchas diferencias en relación con el danzón en cuanto a su ejecución danzaria, la inclusión de la tercera parte cantada y del contagioso estribillo, y la prolongación en tiempo de la pieza musical, posibilitaron que los bailadores, ávidos de mayores oportunidades para el lucimiento de sus habilidades, pudieran crear nuevas figuras y pasos que superaran el simple formato del danzón. De esta manera, la pareja podía abrirse con mayor libertad, realizar más vueltas sobre sí misma y el hombre, alzando un brazo por sobre su cabeza, podía hacer girar a su compañera alrededor de su cuerpo o sobre su propio eje. Estos y otros pasos del danzonete abrieron el camino hacia danzas que surgieron con posterioridad en la tradición del baile de salón cubano.





Aniceto Díaz viajó de Matanzas a La Habana en 1931 con su orquesta. Trabajó hasta el año siguiente en el teatro y la radio -que fue una excelente divulgadora del ritmo-, y realizó la grabación de Rompiendo la rutina. En 1944 se radicó definitivamente en la capital, donde formó con sus hijos otra orquesta, que existió hasta 1947, cuando decidió dedicarse sólo a la composición y la enseñanza.

Otros autores cubanos que compusieron danzonetes fueron Antonio María Romeu, Armando Valdés, Miguel Matamoros y Fernando Collazo. En México, donde el ritmo se puso de moda, el músico cubano Mariano Mercerón compuso varios danzonetes e influyó en compositores mexicanos como Emilio B. Rosado.

Por ser la introducción del canto una de sus más importantes innovaciones, el danzonete fue interpretado por cantantes de gran relevancia en la historia musical cubana, como Pablo Quevedo –“la voz de cristal”–; Joseíto Fernández –autor de “La Guantanamera”–; Fernando Collazo, Abelardo Barroso y Paulina Álvarez –llamada “la emperatriz del danzonete”.

No obstante, el ritmo tuvo un éxito efímero como género musical y bailable. A finales de la década de 1940 ya comenzaban a ocurrir transformaciones en la música popular cubana, y también en el baile, que superaron tanto al danzón como al danzonete. En tanto danza, este tuvo influencia en los modos de bailar, y contribuyó a que evolucionaran hacia nuevas formas como el cha cha chá y el casino en la década siguiente.

Se incorpora el cantante, presenta una introducción más amplia sin las repeticiones que aparecen en el Danzón, con un estribillo, utilizando el montuno característico del Son. No tiene variantes coreográficas respecto al Danzón, quizás al decir de algunos, es un poco más rápido el paso y permitía ciertos movimientos más ligeros gracias también al vestuario de moda por los años de 1920 donde la saya era más corta y más ligera. Su estructura se compone de cuatro partes: primera (introducción), segunda (tríos), tercera (estribillos), y cuarta (final) o coda. En cada una de ellas el compositor señala las principales entradas de los instrumentos musicales que intervienen en la orquestación, como son los violines, el cornetín, el trombón, clarinete, las maracas, las claves y los cantantes.




Obras de este género:

- Rompiendo la rutina
- El trigémino
- Así es la vida
- -Capricho español
- Ahora si me siento feliz
- El liceo de Ranchuelos
- No seas loca
- Guajirita mía
- El torbellino
- Me importa un pito
- El diablo tun tun
- El cocodrilo
- Zona Franca
- Dulce imagen
- Engreída

Retomando de nuevo el danzón por los músicos y con la incorporación del cantante, este género volvió a estar en la preferencia del público, Barbarito Diez(1909-2001), fue uno de los fieles exponentes del danzón cantado.





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