martes, 7 de mayo de 2013

EL NACIONALISMO MUSICAL EN ESPAÑA


A partir de mediados del siglo XIX, fueron apareciendo en la música europea movimientos nacionalistas cuyo fundamento era la toma de conciencia nacional que las luchas por la independencia y la libertad habían propiciado. La conciencia de Volksgeist se desarrolló primero en las generaciones románticas alemanas y después, en toda Europa. Así, la cultura europea cesó de ser cosmopolita para hacerse multinacional.
El desarrollo del nacionalismo musical estuvo condicionado por la tradición musical y la necesidad de afirmación nacionalista de cada país. Así, en Rusia, Eslovaquia o España el nacionalismo abrió un nuevo camino a los compositores, mientras que en países de larga tradición musical, como Alemania o Italia, apenas tuvo incidencia. Evidentemente, Brahms y Verdi no sentían ninguna necesidad de descubrir al mundo la música alemana o italiana, puesto que sus predecesores la venían haciendo desde siempre. En cambio, Glinka, en Rusia, o Pedrell, en España, sí debieron elegir entre seguir la inercia de las tendencias italianistas o germanistas, tan arraigadas en los compositores y el público, u optar por un arte nacional.




Mediante la asimilación de los caracteres específicos del folklore autóctono, las escuelas nacionales encontrarían su propia singularidad frente a los modelos europeos. 
En nuestro país, el promotor del interés por la investigación de la música folklórica y española antigua fue Felipe Pedrell. Este catalán que, desde muy joven, había anotado los aires populares de su provincia, coplas de ciego, nanas, realizó un estudio monumental sobre el folklore español, ciertamente el más variado y el más original de Europa: zortzico vasco; muñeira gallega; jota aragonesa; sardana catalana; copeo mallorquín; seguidillas murcianas; fandango de origen árabe; y el flamenco andaluz del cante jondo, con sus seguidillas, soleares, tientos, bulerías y saetas. En su manifiesto personal, Por nuestra música, Pedrell establecía los principios del nacionalismo musical: “El compositor debe nutrirse de la quintaesencia del canto popular, voz de los pueblos, asimilable, revestirla de apariencias delicadas, de una forma rica…” 





Principales nacionalistas españoles


- Isaac Albéniz (1860-1909) nacido en Camprodón, inició su carrera como pianista prodigio, realizando sensacionales giras por toda Europa y América. En un principio su música se resintió de su excesivo interés en “gustar”: piezas de salón, improvisaciones virtuosísticas a la manera de Liszt, valses y mazurcas de un romanticismo fácil,… Pero, a raíz de su encuentro con Pedrell, comenzó su conversión al nacionalismo musical. 
 Albéniz trató de acercar el piano romántico al terreno de la música popular española, a la que dicho instrumento había sido hasta entonces prácticamente ajeno. Sus obras pianísticas Rapsodia Española, Suite Española y Recuerdos de Viaje están llenas de evocaciones de distintas regiones de España, entre las cuales Andalucía (en especial, Granada y la Alhambra) serán siempre objeto de su predilección. 

 En 1893, a instancias de su esposa, decidió instalarse en París, donde conoció a los grandes maestros franceses: Fauré, Debussy y Dukas, de quienes también recibió influencias. 
Compuso entonces las cinco piezas que forman Cantos de España. La cuarta pieza, titulada Córdoba, es una pequeña obra maestra que evoca poéticamente el encanto de la noche en esta ciudad. Por la misma época escribió también canciones para voz y piano (entre ellas algunas sobre rimas de Bécquer) que los críticos franceses compararon a las de su amigo el compositor Fauré. 

 Aunque Albéniz fue un compositor esencialmente pianístico, escribió también algunas obras para la escena, entre las que son dignas de mención Merlín, de influencia wagneriana, y Pepita Jiménez, sobre la obra de Valera, que obtuvo un gran éxito en Bruselas. 

 En 1906 la salud de Albéniz sufrió un serio quebranto que le obligó a buscar reposo en Niza. Allí empezó a componer la que sería su obra maestra: la suite Iberia, integrada por cuatro cuadernos doce piezas, de las cuales todas, excepto la última, titulada Lavapiés, están dedicadas a alguna ciudad andaluza. Entre las más conocidas figuran El Albaicín, Triana, El Corpus en Sevilla, Málaga, Jerez, etc… 

Poco antes de morir, el gobierno francés le concedió la Legión de Honor, que los principales compositores franceses habían solicitado para él. 




- Enrique Granados (1867-1916), nacido en Lérida, fue también un virtuoso del piano, para el que escribió la mayor parte de su exigua obra. 

Su temperamento era esencialmente romántico, poético e intimista, en la línea de Chopin y Schumann, a quienes profesaba un gran culto. 
En su evolución resultó decisiva la influencia de Felipe Pedrell, quien le infundió el espíritu nacionalista. A los veinticinco años compuso Danzas Españolas, obra para piano, que posteriormente orquestó. Después vinieron Tonadillas, para voz y piano, y las dos suites para piano Goyescas, trasunto musical de los cartones para tapices y los frescos de San Antonio de la Florida, de su admirado Goya. El éxito de Goyescas fue tal que le decidió a usarla para hacer una ópera con el mismo título. La ópera iba a ser estrenada en París, pero el estallido de la guerra lo impidió. Se dispuso entonces su estreno en Nueva York, adonde viajó el compositor y donde obtuvo un resonante éxito. A su regreso, el barco en que viajaba con su esposa fue torpedeado por un submarino alemán y ambos perecieron. 





- Manuel de Falla (1876-1946) es, sin duda alguna, el más importante compositor español del siglo XX. De su infancia en Cádiz guardó siempre el recuerdo de los aires populares que le cantaba su nodriza. En Madrid recibió la influencia de Pedrell, quien además de hacerle conocer la abundancia de la música popular española, le descubrió la música polifónica del siglo XVI español y los más recientes movimientos musicales europeos, particularmente los rusos y franceses. Entonces emprendió Falla su primera obra de importancia, la ópera La Vida Breve, con la que ganó el concurso convocado por la Academia de San Fernando. 
Se trata de un drama lírico, muy bien orquestado, en la línea del verismo entonces en boga, con algunas danzas y escenas flamencas. 
 En 1907 viajó a París, donde vivió modestamente e hizo amistad con los mejores músicos franceses del momento. Los siete años que pasó allí fueron decisivos para su carrera. 
En París adquirió definitivamente la técnica orquestal, se familiarizó con la música contemporánea y consiguió ver estrenadas sus obras más importantes. Gracias a la mediación de Dukas, La Vida Breve fue representada con gran éxito en el Casino de Niza, primero, y en la Opera Cómica, después. 

 Durante su estancia en París publicó las Cuatro Piezas Españolas para piano, dedicadas a Albéniz, que destacan por su sobriedad y concisión, comparadas con la exuberancia lírica de Albéniz. También compuso las Tres Melodías, sobre textos de Gautier, que muestran su asimilación del estilo de canción francesa, y las Siete Canciones Populares Españolas, donde reelabora un material melódico tomado de diversos cancioneros siguiendo los consejos de Pedrell de hacer derivar la armonización de la sustancia melódica. 

 Por esta época trabaja también en los tres nocturnos para piano y orquesta titulados Noches en los Jardines de España. Fueron dedicados al célebre pianista Ricardo Viñes, que no pudo estrenarlos debido al inicio de la guerra. Esta obra es la mayor aproximación al impresionismo que hizo Falla. Pero la influencia de Debussy, apreciable en el tratamiento del colorido orquestal y el tejido armónico, no alcanza lo subjetivo de la emoción, opuesta al tono voluntariamente impersonal del maestro francés. 

 A su regreso a España, Falla recibió el encargo de componer una “gitanería” con destino a Pastora Imperio. El resultado fue El Amor Brujo, que Falla convertiría más tarde en suite orquestal y en ballet. En esta obra se acercó al mundo del cante jondo y a un cierto expresionismo muy característico de lo hispano. 

 En 1919 el ballet de Diaghilev estrenó con gran éxito en Londres El Sombrero de Tres Picos, con coreografía de Massine y escenografía de Picasso. En esta obra Falla empleó un copioso material popular procedente de diversas regiones de España, adaptándolo a una orquestación rica y luminosa. Por otro lado, se trata también de la primera incursión de Falla en el terreno del Neoclasicismo. 

 Ese mismo año, al morir sus padres, Falla se trasladó con su hermana a Granada. Allí estableció relación con un reducido núcleo de intelectuales, entre ellos, Federico García Lorca, cuyos teatros de títeres solía acompañar al piano. Esta circunstancia explica que, cuando Falla recibió el encargo de una ópera de cámara para la princesa de Polignac, pensara en el teatro de marionetas. Así nació El Retablo de Maese Pedro, sobre un episodio del Quijote, llena tanto de material popular como de la antigua música española. 

Dos años después escribió, a petición de la clavecinista polaca Wanda Landowska, el Concierto para clave y cinco instrumentos, que es, probablemente, la obra maestra de Falla. Se trata de una música radicalmente abstracta, sin rastro de popularismo o folklorismo, aunque con referencias a la música española histórica (concretamente al madrigal de Vázquez De los Alamos vengo, Madre). La solución que da en esta obra al problema del Neoclasicismo es quizá más lograda y convincente que la del propio Stravinsky. 

A partir de entonces, Falla, cada vez más preocupado por su salud, espaciaría sus composiciones y acabaría pocas. 
En 1927, con motivo del Centenario a Góngora, compuso el Soneto a Córdoba, para voz y arpa, sustituible por piano. 
Cuando terminó la Guerra Civil, que pasó en Granada, donde no consiguió impedir la muerte de su amigo García Lorca, se trasladó a Argentina, y nunca más regresó. La obra en que trabajó hasta su muerte La Atlántida, monumental cantata sobre el poema épico de Jacinto Verdaguer quedó inconclusa a su muerte y fue terminada por Ernesto Halfter.





- Joaquín Turina (1882-1949) Nacido en Sevilla, comenzó su carrera como pianista. En 1905 se instala en París e ingresa en la Schola Cantorum, donde recibe una formación musical académica, fruto de la cual es su Quinteto opus 1, publicado a expensas de Albéniz. Fue, sin embargo, Albéniz quien le aconsejó abandonar ese estilo y le introdujo por la senda del nacionalismo. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, regresó a España. 
Alcanzó una gran popularidad con su obra orquestal La Procesión del Rocío, llena de citas folklóricas. Actualmente, su obra más conocida e interpretada es La Oración del Torero, para orquesta de cuerda (aunque inicialmente concebida para cuarteto de laúdes), pieza llena pintoresquismo andaluz.



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