viernes, 3 de mayo de 2013

La música profana


Los cambios económicos y sociales que se producen en esta época favorecen el desarrollo de la música profana en formas que alcanzan un alto grado de refinamiento artístico.
El opulento nivel de vida de la nobleza urbana y las nuevas clases enriquecidas por el comercio y las finanzas permite el mantenimiento permanente en las grandes casas de una serie de músicos profesionales para su servicio exclusivo, constituyendo lo que pasará a denominarse la capilla, a imitación de las que ya existían en las catedrales para acompañar musicalmente los servicios religiosos. Estas capillas estaban integradas por un promedio de quince cantores y cinco o seis instrumentistas llamados ministriles.





 El Madrigal: 

 La manifestación más importante de la música vocal profana fue el Madrigal. Se trata de una pieza polifónica, normalmente “a capella”, destinada a la interpretación privada en los palacios de la nobleza. A diferencia de la música religiosa, no se canta en latín, sino en las distintas lenguas vernáculas. Sus temas son los propios del humanismo renacentista: el amor, la amistad, la vida en el campo, etc… Nació en Italia, en el círculo del cardenal Pietro Bembo, y muy pronto se extendió a toda Europa, arraigando especialmente en la Inglaterra isabelina. Se caracteriza por un lenguaje rico en la expresión de sentimientos delicados, derivado de la poesía de Petrarca, y por una técnica musical muy sofisticada, con abundantes cromatismos e intrincados contrapuntos. Sus principales autores fueron Orlando di Lasso, Luca Marenzio, Cipriano da Rore y Gesualdo, príncipe de Venosa, entre otros.





El Villancico y el Romance: 

 La política exterior llevada a cabo por España en la época de los Reyes Católicos explica el influjo que ejerció sobre nuestros compositores la música de los Países Bajos. Sin embargo, aunque los músicos españoles conocían y practicaban la técnica de los flamencos, mantuvieron también en su mayoría un estilo propio, mucho más sencillo y cercano a lo popular, en formas como el villancico y el romance.

 Cancioneros como el de Palacio o la Colombina contienen el repertorio de canciones polifónicas, compuesto en su mayoría de romances y villancicos. Los villancicos tienen una estructura parecida al antiguo zéjel, en la alternancia de estrofas y estribillo; a menudo son populares y socarronamente alegres, pero también los hay muy tristes que asombran por su intensidad expresiva. El romance, por su parte, presenta un contenido épico y un tono solemne que lo emparenta con las canciones de gesta.

 El más destacado compositor de villancicos y romances castellanos fue Juan de la Encina.



                                                                    Juan de la Encina.


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